Viernes, 14 de septiembre de 2007
Tras la excursión de ayer a los guerreros de terracota, el Congreso estaba liquidado. En realidad, el viernes aún habían Workshops, pero quedé con mi amigo Alex y dos holandeses más para ir después de comer a visitar la ciudad (se comía pronto, a eso de las 12).
Dicho y hecho. Agarré la cámara, la botella de agua y la gorra y bajé al hall del hotel a reunirme con los demás. Allí mismo decidimos el destino: Primero iríamos a ver la Pagoda del Ganso pequeña, que está cerca del hotel y tirando para el centro. Desde allí visita a la muralla alquilando una bici, para finalmente ir a ver la Bell Tower, Drum Tower, Barrio Musulmán y su mezquita.
El día era muy diferente al de mi primera aventura en Xi'An, que estuvo nublado, hoy el sol resplandecía tras la lluvia de los dos días anteriores. Una pena porque eso siempre viene en detrimento de la calidad de las fotos, aún así creo que algunas han salido buenas.
En poco rato llegamos al parque de la Pagoda del Ganso Salvaje, allí descubrimos que había que pagar para acceder al recinto. Además el precio incluía obligatoriamente la entrada a un museo anexo que no teníamos intención de visitar, por lo que pasamos de entrar. Me limité a tomar unas fotografías desde fuera.
A continuación llegamos a la muralla y, tras cruzar el foso y pagar la pertinente entrada, subimos a la parte superior. Una vez arriba, fuimos al puesto de alquiler de bicis. El precio era de 20 yuanes por bici, lo que daba derecho a 100 minutos, más 200 yuanes de depósito por si querías robar la chatarra de bici sin marchas siquiera. Los holandeses optaron por alquilar un tandem, era la risa verlos.
La idea era recorrer toda la muralla por arriba. Ésta es un cuadrado completo que envuelve todo el casco antiguo, así que regresaríamos al mismo punto por el otro lado. Desde la parte superior de la muralla se tiene una buena vista del centro de la ciudad ya que en su mayoría son casas más bajas que la propia muralla. Fuera del recinto amurallado ya están los edificios modernos, mucho más altos.
Además la muralla está orientada según los puntos cardinales. Es decir, cogimos la bici en la puerta Sur y pedaleamos hacia el Este, giramos 90º en la esquina y siguiendo la dirección Norte llegamos a la puerta Este de la muralla. Un cuadrado, vamos :-) Digo esto porque al llegar a la entrada Norte, justo a mitad de camino para dar la vuelta completa, la muralla estaba cortada porque estaban reparando no sé qué. Total, que regresamos por dónde habíamos venido aunque haciendo exactamente los mismos kilómetros que hubieramos hecho de hacer el giro completo. Son 14 Km en total de perímetro amurallado.
Con 1 minuto de sobra sobre los 100 permitidos devolvimos las bicis, pero uno de los holandeses no se encontraba muy bien tras el esfuerzo y el calor que hacía, por lo que ambos decidieron volverse al hotel en ese punto. Alex, curtido israelí, y yo, aguerrido español, los dos más acostumbrados a solanas de justicia, continuamos con el plan sin pestañear.
Otro buen pateo nos llevó al barrio musulmán, pasando previamente por las torres de "la campana" y del "tambor". Allí, Alex se compró algo para comer y yo me quedé contemplando los putos grillos tamaño XXL de color verde que venden. ¿Para qué coño serán? Siempre he oído historias de que se los comen y tal, pero allí no vi a nadie cocinándolos. Y como animales de compañía deben ser un infierno, con el ruido que hacen. Un misterio.
Nos costó, pero al final dimos con la Gran Mezquita, lo que pasa es que estaba cerrada a la hora que llegamos. Me contenté con disparar unas cuantas fotos más, este barrio es de lo más fotogénico. Aunque cuesta hacer fotos disimuladamente, no me siento cómodo apuntando a la gente con la cámara, me parece un poco intimidante. Así que algunas fotos las lanzaba con el truco de no mirar por el objetivo, simplemente apuntar desde la cintura y apretar confiando que el encuadre sea el correcto (la cámara es Reflex, con una compacta está claro que es mucho más fácil).
De ahí, el mega-pateo de vuelta al hotel. Aún llegamos a tiempo para cenar, así que fuimos a gastar el último ticket del congreso. La chica de la puerta de la entrada no nos dejó pasar, trataba de decirnos algo en Chino que, lógicamente, no entendíamos. La tía ni idea de inglés. Nos decía que el ticket que llevábamos era el "last", el último. Coño, claro que es el último, ¿y qué?. Al final parecía que es que ya había acabado el congreso a mediodía y que no se podía cenar. Como quiera que no eran capaces de explicarnos nada por su limitado inglés, al final optaron por la solución más sencilla, simplemente nos dijeron -Tirar pa dentro, anda-. De modo que pudimos cenar allí mismo gratis. Un 10 para la hospitalidad china y el hotel, la verdad.